Recuerdo verla fumar asomada a la ventana, sentada en la repisa. Con avidez, nerviosismo y ansiedad. Ese día no dejó de hacerlo. Tenía los ojos enrojecidos y la mirada perdida en algún punto del cielo. No podía mirarme, yo lo sabía. Empezó a hablar sobre ella, algo que nunca había hecho hasta ese momento. Me contó sus sueños, aquel de viajar en una furgoneta con sus amigas del instituto por todo el mundo, volver a casa por Navidad, bañarse en Riazor, y volver a irse. Soñaba con hablar muchos idiomas, con merodear por calles de ciudades desconocidas y perderse, porque así (dijo ella) que cuando te pierdes encuentras las mejores cosas. Soñaba con leer millones de libros, con tener una biblioteca en el salón. Caían lágrimas de sus ojos mientras hablaba. Y le pregunté por qué lloraba. Me miró, sí, por primera vez, y esbozó una triste sonrisa. "Lloro porque, aunque siempre estoy soñando despierta, se que tan solo son sueños de un futuro hipotético. Y tanto tu como yo sabemos que tengo una cuenta atrás sobre mi espalda, como una gran mochila. Yo no tengo futuro" Me quedé callado. No pude negar sus palabras. Ella dio otra calada a su cigarro, y expulsó el humo, que en seguida desapareció en la inmensidad del aire. No hicieron falta palabras. Ella era humo.

Comentarios

  1. Me ha encantado, no sé, no sé que más decir ni por qué, pero me siento demasiado identificada con esa chica efímera..

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