Que ella ya no está, joder. Que se ha ido. Que te olvides de volver a verla entrar en clase y te de los buenos días. Que te olvides de su sonrisa por la mañana, de darte la vuelta y verla, con sus gafas mirando al frente, escribiendo, y que luego le preguntes y no sepa ni en que asignatura está. Olvídate de llorar con ella encerrada en el baño, de sus bailes. Porque no vas a volver a cruzarte con nadie así de especial, que te vea y en un segundo te diga '¿qué pasó, pichón?', que tenga esa forma de caminar que desquicia a cualquiera, a su paso se giran hasta los ciegos. Mírala, ya la estás recordando. Sus caras raras de cuando se hace fotos. Sus pupilas, chiquitas, así como ella. Sus piernas de gacela, sus manitas de bebé. Sus pulseras, sus vaqueros. Y ahora estás tú a su lado. Estás tú, sonriendo como ella, sonriendo por ella. Y ahí maldices a la suerte, a las becas, a los americanos, a la profesora de física y todo lo que se te pueda ocurrir. Y es que la echas de menos, echas de menos hasta sus contestaciones bordes. Pero joder, que ella era la puta luna llena y todas las estrellas, sin ella todo es como noche cerrada. Y lluviosa. Llueve en tus ojos. Llueve porque no la puedes ver.

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