¿Puedes ver a ese chico de la primera fila? Sí, ese que no atiende en clase prácticamente nunca. Ese que siempre parece feliz. Lo ves, ¿no? Bien, pues te contaré un secreto. No lo es. Aquel chico que ves, que parece un chico normal, uno de esos "cabrones" que cambia los sentimientos de las mujeres según su conveniencia. Pues no lo es. Él prefiere jugar a videojuegos que con el corazón de una chica. Va por la vida haciendo chistes sobre lo genial y sexy que es. Pero miente, miente en cada palabra, porque no se siente así en absoluto. Una vez, él amó a alguien. Amó a alguien con cada fibra de su ser, amó como nunca lo había hecho. Cada movimiento, cada pestañeo, pertenecía a la mujer a la que amó. Una mujer que nunca pensó que podría sentir lo mismo hacia él. Pero, en la vida todos cometemos errores, y el se equivocó todo y más creyendo eso. Se amaron, se amaron mucho en poco tiempo, y al final, la vida te pasa aquella factura que desearías que nunca hubiera llegado. Por todos aquellos meses de demasiada felicidad, llegaron los intereses de demasiado vacío. El amor era suficiente, pero los celos pudieron con aquel chico, y perdieron confianza como un avión pierde altura al estrellarse en un lugar desconocido. A su inmensa dicha le siguió un profundo sentimiento de vacío, de estar incompleto, de sentir que ya nada importaba. A pesar de ello, nunca retiró el corazón que ella le regaló y que todavía está sobre su cama. Nunca olvidó su mirada, ni tampoco su sonrisa, porque en los momentos en los que sentía que la vida se le escapaba de las manos, aquellos recuerdos le mantenían lo suficientemente vivo como para seguir adelante. La veía todos los días correr cuando llegaba tarde a clase, o iba a perder el bus. Se alejaba de él. Y detrás de cada paso de ella, se iba un pedacito de su ya mucho antes roto corazón.

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