La chica que bailaba.

"Ah, hola, pensé que a estas horas cogerías el teléfono. Pero tranquila, no quería decirte nada demasiado importante, simplemente que hacía mucho tiempo que no sabía de ti. Me preguntaba si sigues viviendo en la misma ciudad y si algún día podríamos vernos". Bip, el teléfono al que ha llamado está apagado o fuera de cobertura, vuelva a intentarlo más tarde o deje un mensaje después de la señal. Piiii. Silencio a los dos lados de la línea. Probablemente ella no le volvería a llamar. Estaría en algún festival bailando hasta el amanecer. Su cuerpo, cada vez que bailaba, parecía una falla valenciana, justo cuando comienza a arder. Sus pies parecían estar ligados a la música, y sus caderas sincronizadas con el mismo infierno. Como era de esperar, la chica que bailaba le conquistó en cuanto sus ojos, rojizos como las puertas del inframundo. Charlaron un rato, ella le contó que se había ido de su casa en cuanto había podido y él le confesó que estaba harto del mundo. Ella nunca le dijo su nombre. Acabaron en la cama de una caravana antigua y pequeña. Al día siguiente, él la buscó por todas partes, pero no consiguió encontrarla. Preguntó a las piedras, y consiguió su número de móvil, pero nadie supo nunca su nombre. Era conocida como La Chica Que Bailaba.

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